sábado, 23 de abril de 2016

Crónica de Viaje, Parte II

En el cruce trasatlántico que llevamos a cabo hicimos cuatro escalas: Funchal, en las islas Madeiras; Cádiz; Málaga y Cartagena, en España, antes de llegar a Barcelona.
FUNCHAL, Islas Madeiras
Esta escala en Funchal ha sido una nueva lección en humildad. Nunca había tocado aquí y me imaginaba a Funchal como un pequeño puerto, poblado por sencillos pescadores y artesanos, como aquellos maravillosos hombres y mujeres que tuvimos la suerte de recibir en Venezuela desde la década del 40. Lo que vi me dejó boquiabierto. Funchal es una bellísima y moderna ciudad, llena de taxis Mercedes Benz y de una altísima calidad de vida. Los edificios y las avenidas son primorosos, la limpieza total. El mercado rebosa de productos de primera calidad. Entre las innumerables variedades de parchitas, limones, naranjas y otros frutas, vi y compré unos nísperos del Japón, como los que comía de niño en Los Teques. Pero estos son gigantescos y su sabor excelente, aunque ligeramente diferente al que recuerdo de mi niñez tequeña. Luego también los vería en Barcelona y otros sitios de Cataluña. 
Ver  Funchal, digo, me hizo pensar en el gran fracaso venezolano. Esta es una ciudad de gente laboriosa, en una isla, Madeira, sin grandes recursos minerales. Muchos de sus habitantes emigraron a Venezuela en las décadas de los cuarenta y cincuenta y nos ayudaron a salir adelante en esos años de creación de un país democrático. Hoy en día, Venezuela está destruida mientras Funchal es una bella y floreciente ciudad. Esta es una lección para quienes hayan pensado alguna vez que los venezolanos éramos seres extraordinarios, sin pensar que entre nosotros la vanidad y la riqueza no trabajada sembraban la semilla de una horrorosa destrucción.    

CADIZ
El puerto de Cádiz es la puerta de Andalucía. Desde allí se puede visitar Sevilla, ciudad que se preparaba en esos días para sus grandes ferias. Pero nosotros deseábamos ver algunos pueblos blancos. Fuimos a ver un par de ellos situados a una hora de Cádiz. Uno de ellos situado en la montaña, Vejer de la Frontera es un hermoso pueblo adosado al cerro. Desde la distancia se ve reluciente bajo el sol. En sus calles que van al cielo, como las calles andinas de César Prato, las mujeres van presurosas a la iglesia.
MÁLAGA.
Encontramos en Málaga en un momento de intensos trabajos de reparación de vías y edificios, especialmente en la Alameda principal. No la pudimos apreciar en su justa magnitud. Es la cuna de Picasso y el Museo atrae la mayoría de las visitas de los pasajeros del barco. Yo me dirijo hacia el Mercado, porque es en los mercados que uno se encuentra con la gente de la ciudad. MI esposa se ha ido a Granada, a la Alhambra.

CARTAGENA
Esta ciudad es una joya. Pequeña, al menos en su casco central, es de una gran belleza arquitectónica y de una limpieza absoluta. Caminamos por la Calle Mayor porque apenas permanecemos una mañana en el puerto. Hay una importante presencia romana en la ciudad.
BARCELONA
Llegamos al final de nuestro cruce trasatlántico y desembarcamos en Barcelona, donde solo habíamos estado una vez anteriormente, hace ya 53 años. La Barcelona de hoy es, por supuesto, muy diferente a aquella. Esta es una gran ciudad, cuyo gran casco central está integrado por unas cinco o seis zonas principales de características bastante diferentes: la zona del Puerto Viejo y Barceloneta, el antiguo puerto de pescadores; el BORN, una especie de barrio bohemio, lleno de pequeñas tiendas y restaurantes; la zona vieja de Las Ramblas, que llega hasta la Plaza de Cataluña;  la más nueva zona al norte de la Plaza de Cataluña, donde abundan las grandes avenidas y los establecimientos y hoteles lujosos y la zona situada al este y noreste de la plaza de Cataluña, más modesta, donde se encuentra la iglesia en construcción de la Sagrada Familia, la obra cumbre del arquitecto Antonio Gaudí, la máxima atracción turística de la ciudad.
En Barcelona hemos estado tres días. La hemos caminado, lo cual es la única manera de conocer una ciudad. Nuestro hotel está en el Puerto Viejo, frente al paseo Colon, al lado de una rada repleta con embarcaciones de pequeño a mediano tamaño. Hacia el oeste, a lo largo del Paseo Colón, caminamos hasta Las Ramblas, todavía interesante, aunque con las señales de deterioro que muestran sitios muy trajinados de las grandes ciudades, como la séptima avenida de Nueva York.  Nuestra primera parada en Las Ramblas es el Mercado de la Boquería, un extraordinario mercado lleno de frutas, vegetales, embutidos y pescados. Allí nos tomamos un buen jerez con aceitunas y continuamos nuestra caminata, viendo los edificios de la zona, hasta llegar a la Plaza de Cataluña, donde ese día de nuestra llegada se llevaba a cabo un gigantesco maratón patrocinado por El Corte Inglés.  Cruzamos al este hasta la Plaza Urquinaona y allí tomamos la Vía Laiteana, donde se encuentra el Palacio de la Música catalana. Allí paramos y hacemos el tour de este bellísimo teatro. Continuamos hacia el sur y llegamos a la Catedral, atiborrada de gente, como buen domingo. De allí tomamos unas pequeñas calles transversales y llegamos, sin buscarla, a la vieja iglesia de Santa María del Mar, un tesoro gótico que data del siglo XIV. Es de una gran austeridad interior, muchas de sus imágenes destruidas por un incendio provocado durante la guerra civil.
De allí regresamos al Puerto Viejo y vamos a Barceloneta en búsqueda de un sitio para comer. Con el cansancio de la caminata nos metemos en el primer sitio que encontramos, que no resulta ser bueno. Comemos algo pero salimos de allí con menos presión de hambre y encontramos un sitio perfecto, el Can Ros, y almorzamos otra vez, esta vez con total deleite. Nos comemos unas gambas al ajillo, unos piquillos verdes fritos y un bacalao al gratén con alioli, una de las especialidades de la casa. Allí disfrutamos, por primera vez, del Pan de Cristal o Pa Amb Tomaquet, el Pan tostado frotado con tomate y ajo y con aceite de oliva, al cual nos hicimos adictos.  
Los otros días en Barcelona son de exploración de la ciudad a pie. Regresamos a Las Ramblas, a la Plaza de Cataluña y seguimos a lo largo del Paseo de Gracias, el equivalente de la quinta avenida de nueva York. Allí vemos una gran aglomeración de japoneses tomando fotos frente a una casa diseñada por Antonio Gaudí, la cual parece sacada de Alicia en el País de las Maravillas. De allí comenzamos nuestra caminata hacia la Sagrada Familia por la Calle Córcega, ya con nuestros tickets comprados en la Plaza de Cataluña, para evitar las colas. La parte exterior de la Iglesia, la mayor atracción turística de Barcelona, nos parece fea. Su mensaje no es religioso. Sin embargo, el interior es majestuoso y alegre. Los vitrales de una gran belleza. Sin duda, es una gran obra pero no nos contamos entre sus más entusiastas admiradores. De allí regresamos hacia Port Veil donde está nuestro hotel y vamos en la noche a un restaurant extraordinario: Carballeira, un viejo y elegante establecimiento a la antigua. Allí nos comemos la especialidad de la casa, el arroz a la marinera, ligeramente asopado, con un excelente albariño de la casa de  Santiago Ruiz.  
El tercer día se lo dedicamos a la zona del BORN-Gótica, una interesante área llena de pequeñas tiendas y restaurantes, de corte bohemio. Por casualidad desafortunada encontramos en esa zona un pequeño local que se define como una arepera, llamada La Taguara., de manera apropiada. Llegamos un cuarto de hora después de abierto, lo cual sería la razón más inofensiva para el desastre que nos esperaba. Lo que nos dieron como arepas era un mazacote incomible., creo que unos $10 por arepa. Mi arepa de carne mechada y la arepa de queso rallado de Marianela se quedaron en el plato después de solo un bocado. Totalmente inaceptable. El jugo de Mora le hacía juego a las “arepas”. He visto el sitio web de La taguara y, asombrosamente, tiene buenos “reviews”. Lo que somos nosotros no la podemos recomendar. Fuimos al museo Picasso pero no quisimos hacer colas.
Barcelona nos pareció encantadora.

En una entrega posterior comentaré nuestro viaje a Besalú, a la bellísima zona de Tarragona-Cambrils-Salou, llevados de la mano por Ali Johnston  y Paola Pasquali, bajo las instrucciones a control remoto de Antonio Pasquali y, en una última entrega, hablaré sobre Madrid y la situación general que vimos en la bella España. 

3 comentarios:

Alitas Allie dijo...

Ay don Gustavo, para alla regreso Dios Mediante ya que mi esposo-norteamericano y yo, estamos por mudarnos a Espana por la costa mediterranea donde queremos comprarnos una casa de pueblo de origen y cerquita del mar. En Girona vive mu hijo mayor pero queremos un poquito mas abajo por eso del clima. Viajar con usted es una delicia aunque esta vez lo relatara mas apuraito que otras veces, pero no deja de llevarse nuestra imaginacion con su portentosa memoria. Tambien tengo un apartamento en La Barceloneta, aunque vivi en Madrid hasta el 2013, conozco Barcelona de arriba abajo. Pero digame usted como no se fue a Granada con su esposa. Granada y la Alhambra tambien impresionante, una preciosidad inigualable "No llores como mujer lo que no supiste defender como hombre“> El último rey de Granada, Boabdil. Don Gustavo.

Sobre los areperos, que se vayan poniendo las pilas, desde cuando en Espana se come muy bien y mucho mas barato en que otros paises Europeos, que hay mucha competencia para que vendan mazacote y jugo de mora insipida, que sino en nada estan fuera de circulacion.

Bienvenidos!

Que envidia, ya me voy a preparar pan con tomaca.

Anónimo dijo...

Gustavo muy bueno tu viaje. Jamás entres a un negocio que diga que es de platos venezolanos fuera de Venezuela. Decepción segura.

Alitas Allie dijo...

Rompo una lanza a favor de dos restaurantes de comida venezolana>>>> La Cuchara que esta ubicado en la que era mi Calle del Conde de Peñalver, Madrid 28006, y el otro que es Ají Dulce instalado en un Food Truck de comida venezolana en Paris.